David Williams, periodista nacional de motor y ganador del premio de seguridad vial

En los últimos años, el Volvo XC90 se ha convertido en un elemento básico de la conducción familiar gracias a su gran motor perezoso, su practicidad con siete plazas, su comodidad, su atractivo aspecto, su tracción a las cuatro ruedas y su facilidad de conducción. Hace tiempo que soy un fan.

Ahora hay un nuevo modelo y es incluso mejor en la mayoría de los aspectos: más espacioso, más silencioso, con un manejo más ágil y repleto de nuevas y útiles tecnologías. Sin embargo, echo de menos el "burbujeo" del antiguo motor de cinco cilindros y 2,5 litros, sustituido por la unidad de cuatro cilindros y 2 litros, más limpia, frugal y sorprendentemente potente.

Uno de los atributos más útiles del XC90, común ahora a muchos coches de prestigio, es su Control de Crucero Adaptativo. Es como un control de crucero normal, pero utiliza sensores para "mantener" el coche a una distancia determinada del coche que le precede cuando circula a velocidad de crucero, asumiendo el control del acelerador y los frenos para hacerlo.

Así, por ejemplo, en un viaje largo por autopista, puedes fijar tu velocidad ideal y dejar que el coche tome el control, con la seguridad de que si el vehículo de delante reduce la velocidad o se detiene, tú también lo harás automáticamente. Incluso puedes seleccionar, desde un sencillo mando en el volante, a qué distancia te mantienes del coche de delante, dentro de los límites establecidos de fábrica.

Es brillante y funciona fantásticamente en el nuevo XC90, detectando con precisión la desaceleración de los vehículos que circulan por delante, pero sin alterarse por situaciones "complicadas" en la carretera, como puede ocurrir con algunos sistemas.

Excepto cuando lo conduces en Francia, donde es casi inútil. Allí, por muy conservador que sea el espacio que dejes entre tú y el coche que te precede, los temerarios conductores franceses parecen percibir cualquier espacio en el carril exterior de la autopista como un insulto personal.

No importa a qué velocidad circules, ni cuántos miles de coches haya delante de ti, desde la costa sur hasta París, ellos se abalanzan por detrás, encendiendo furiosamente las luces porque, al parecer, no estás lo suficientemente cerca del coche de delante como para leer el ejemplar de Le Figaro del pasajero.

Si no te mueves inteligentemente a la derecha para dejarles pasar, se sentarán peligrosamente cerca de tu parachoques trasero. Sabes que si tienes que frenar bruscamente (o el coche lo hace por ti) entrarán por la ventanilla trasera. Con un crujido.

Incluso en el ajuste que te sitúa más cerca del coche de delante, aprovecharán la primera oportunidad para emprender la marcha y dar un volantazo hacia delante. Es una locura, a veces casi suicida. Seguramente no es ajeno a ello el hecho de que el año pasado el número de muertos en carretera en Francia -cuya población es sólo ligeramente superior a la del Reino Unido, 66,03 millones (frente a los 64,1 millones británicos)- ascendiera a la escalofriante cifra de 3.103, frente a los 1.730 del Reino Unido.

Una sola muerte ya es demasiado, y nuestro récord dista mucho de ser perfecto, pero fue un placer volver a las autopistas británicas donde, aunque parezcan destartaladas comparadas con las preciosas Autoroutes francesas, los atropellos son mucho menos habituales.

Me encantan las vacaciones y el motor en Francia. Pero estoy deseando tener en mis manos la nueva dashcam Duo de Nextbase, la primera que graba tanto hacia delante como hacia atrás. Demostrar que había un idiota detrás de ti no te compensará en caso de accidente causado por un conductor que te sigue de cerca, pero puede que las imágenes de las cámaras de salpicadero grabadas en Internet de los idiotas que se acercan por detrás en los momentos finales que conducen a un accidente ayuden a cambiar la opinión pública y a hacer las carreteras más seguras.